Rioja, Ribera del Duero, Ribera del Guadiana, Montilla-Moriles, Rías Baixas… ya sabrás que tienen en común todos estos nombres. Son Denominación de Origen, también conocidos como DO. ¿Pero qué significa esto? ¿Qué conlleva que un vino pertenezca a una DO?
La Denominación de Origen no solo existe en el mundo del vino. Es una especia de etiqueta geográfica que se utiliza en un producto alimenticio, normalmente de origen ganadero o agrícola. Lo que implica que un vino tenga Denominación de Origen es que se cumple los estándares de calidad y características de una zona de producción determinada. Ello, a su vez, conlleva que el producto se cultiva, elabora, transforma y envasa de una forma establecida.
La Denominación de Origen en el mundo del vino tiene una doble vertiente. Por un lado, coarta la libertad de la propia bodega al limitar la producción del vino a unos estándares y a utilizar un tipo de uva determinado. Por otro, le da seguridad al producto, ya que lo protege y diferencia de otros tipos de vino similares.
En el producto final, la Denominación de Origen es un gran punto de apoyo para el consumidor. Le ayuda a saber el origen de producción del vino, el tipo de uva con el que ha sido elaborado y dónde ha sido cultivada.
Pero no solo nos debemos quedar en el territorio nacional. La Denominación de Origen existe en diferentes zonas. Por ejemplo, una de las más famosas en Europa son las denominaciones de Sicilia, entre las cuales destaca Nero d’Avola. Un tipo de vino caracterizado por su sabor dulce y agradable perfume, como es el caso de Purato.
La Denominación de Origen es como una cooperativa donde las empresas se inscriben libremente. Los viticultores pueden estar dentro de la DO o realizar su propio producto exclusivo. Sin embargo, incluso las bodegas pueden estás adscritas a una Denominación de Origen y realizar un producto fuera de la misma, sin identificarla dentro de la misma, por supuesto. Este sería el caso de los vinos de autor.
El vino de autor
Suelen ser las obras maestras de las bodegas. Es el producto donde intentan imprimir el mayor sello propio de la bodega. Potencian olores, sabores, experimentan… Se busca una calidad mayor y el enólogo mima cada detalle del proceso. El resultado suele ser una obra de arte, enológicamente hablando.
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